Un hotel de lo que yo suelo llamar "clásico" debe cumplir con una serie de requisitos ineludibles: muebles con un cierto poso de anticuario, productos que hacen pensa en lujo (mármoles, mármoles...), grandes lámparas colgadas de elevados techos e incluso, una cafetería en la que se de cita parte de la media-alta sociedad del lugar.
Con el Bahía Santander tenía una deuda pendiente, pues había estado en muchas ocasiones en la ciudad y nunca me había alojado en él pese a que es uno de los hoteles de referencia; quizá por su extraordinaria ubicación entre el mar y la catedral.
La deuda ya está saldada y con sinceridad, no creo que sea uno de esos hoteles a los que vuelva, fundamentalmente, porque nada tiene que ver con mis preferencias o con lo que puedo llamar "mi estilo personal".
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