martes, 10 de diciembre de 2013

Hotel Mercure Monte Igueldo

Visité Donosti con el objetivo de enfrentarme a mi primer medio maratón (bueno, si somos ortodoxos, un casi medio maratón) y de hacerlo a lo grande: con una de las carreras mejor valoradas y con más tradición del calendario, la Behobia, que en 2014 cumplirá nada menos que 50 años.

En el paquete que contratamos, además de la inscripción a la carrera o el desplazamiento, se incluía el alojamiento y la opción elegida fue el Hotel Monte Igueldo. Y cuando lo mejor que puedes decir de un Hotel es que tiene unas vistas espectaculares sobre la ciudad, se anticipa la impresión general: se trata de un Hotel de esos que se han quedado desenganchados del futuro.

Es cierto que tiene algún aspecto que recupera la belleza y la clase de lo antiguo (ese gran salón con sillones amplios de piel, las enormes alfombras-moqueta por las zonas comunes, las grandes lámparas…), pero abundan aquellos otros que más que al encanto de lo antiguo hace pensar en la decadencia de lo viejo.

Las habitaciones son bastante normales. Las típicas habitaciones en las que no podrías destacar nada (quizá un colchón confortable) y que refuerzan la impresión de que el Hotel necesita actualizarse e invertir en mantenimiento y mejoras.

La ubicación del Hotel es singular. Tan singular que produce efectos ambivalentes: entre los positivos, unas vistas maravillosas. En particular, las vistas que ofrece el salón que se utiliza para el desayuno y el gran salón (por cierto, también es una gratísima sorpresa abrir la ventana y ver el Cantábrico). Entre los negativos, la dificultad para moverse de algún modo que no sea en vehículo particular o la falta de servicios en su entorno, pero sobre todo, la sensación de estar alojado en un lugar en el que desde un punto de vista medioambiental, debería haber quedado preservado de cualquier tipo de construcción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario