Mi historia con el Amara Plaza es curiosa porque en él había estado con anterioridad, pero nunca alojado. Siempre por motivos profesionales, siempre en sus espacios comunes: el hall, los salones, la cafetería..., pero hasta el otro día, nunca había sido huésped de este hotel que por otro lado, está en un lugar tan central de San Sebastián que resulta imposible no pasar a su lado, cosa que había ocurrido yo creo que todas las veces que he ido a una de mis ciudades favoritas de España.
¿Qué tiene de especial el Amara Plaza? Realmente, nada. Es un hotel ubicado en un lugar que te deja cerca todo lo importante de la ciudad, que tiene la singularidad de estar junto al Urumea y sus bellos puentes... Es un hotel en el que se ha tratado de hacer un esfuerzo en el interiorismo, consiguiendo una mezcla entre modernidad y clasicismo que en ocasiones, chirría un poco; pero en general, te da la impresión de estar en un hotel actual.
A mí me parece destacable el estilo moderno del hall y los diferentes ambientes que ofrece, esa especie de bar-club (con piano incluido) que tiene en la planta baja y que anima a tomarse una copa al acabar la jornada y el corner situado encima del hall reservado para el acceso a Internet o simplemente, para desconectar durante un rato.
En cambio, el restaurante es bastante normal, las habitaciones no destacan por nada en particular, no tiene ningún servicio que le convierte en "especial"... Mi sensación es que aunque el Amara Plaza quiere tener un toque de distinción o de singularidad, no logra alcanzar ese reto.
sábado, 20 de diciembre de 2014
sábado, 1 de noviembre de 2014
Hotel Convento Las Claras
Peñafiel. Un desconocido con mucho que ver. No había estado
jamás en este pueblo. Lo más cerca, Aranda y Valladolid. Y sin que sea un lugar
excepcional, tiene una oferta que bien merece un fin de semana: un castillo muy
bien conservado que ofrece unas excepcionales vistas de Castilla, bodegas para
todos los gustos y colores y una oferta gastronómica diversa e interesante.
Me alojé en el Hotel Convento Las Claras. En general, la
experiencia fue grata, aunque como siempre, hay algún aspecto mejorable: la habitación
bastante pequeña y con un aspecto más de un tres que de un cuatro estrellas, un
desayuno tirando a normal, un sistema de acceso nocturno al hotel un tanto
obsoleto y particular (hay que llamar a un portero en el exterior de las
instalaciones, esperar a que las personas de recepción salgan a abrir…).
Sin embargo, predominan las gratas sorpresas: unas
habitaciones muy bien insonorizadas, una oferta de servicios que hacen la
estancia confortable sin que hayan tirado por tierra la estética del convento
(al contrario, uno de los aspectos más atractivos de este hotel es que conserva
el aire conventual que tuviera antes de cambiar de uso)…
Y sobre todo, unas vistas del castillo que impresionan. En particular, cuando este es iluminado al caer la noche (siento no tener una imagen nocturna de la fortaleza: mi móvil tiene que mejorar en este aspecto.)
Aunque la atención en los alojamientos que visito suele ser muy grata, y por lo tanto, no me llama la atención, en el Hotel Convento Las Claras la sensación con la que sales es la de haber estado alojado en un establecimiento en el que no te sientes como un extraño, entre otros motivos, porque el trato es cordial y muy llano.
En definitiva, un alojamiento que sin llegar al excelente, está a la altura de un destino poco conocido, pese a quedar tan a mano de la capital, pero que merece la pena.
lunes, 6 de octubre de 2014
Hotel Hesperia Bilbao
Ya no lo recordaba, pero en este hotel había estado ya hace
unos cuantos años. Y si no me equivoco, la experiencia fue bastante buena.
Se trata de un alojamiento situado en una ubicación muy
interesante porque si bien no está en el corazón de los sitios más interesantes
de la ciudad, está muy cerca de todos ellos: a un paso del casco viejo, a otro
del centro y a tiro de piedra del Guggenheim.
Es un hotel que presta mucha atención al diseño (es algo que
se aprecia incluso desde fuera con esas ventanas de colores de la fachada),
pero que a diferencia de otros alojamientos, no es un diseño superficial, sino
que está pensado para que la experiencia sea mejor.
Desde mi punto de vista, lo más interesante del Hesperia
Bilbao está en la planta baja donde se encuentra el restaurante, la cafetería
que hace las veces, de jazz club (por cierto, el día que salí del Hotel estaban montando el escenario para el concierto del viernes noche) y de sushi bar y un lobby sencillo y
funcional, pero verdaderamente bonito.
En este caso, estuve alojado en una habitación un poco pequeña (aunque con todo lo necesario) con unas vistas mejorables (la mía daba a un solar…), pero que tenía detalles de esos que dejan un buen sabor de boca: por ejemplo, el set de baño, sin muchas florituras, pero muy bien presentado.
Otros detalles que hacen la experiencia notable: la apuesta
por la movilidad respetuosa con el medio ambiente (un aparcabicis con modelos
eléctricos en la entrada del hotel) y un desayuno a la altura de los NH con
platos preparados al momento, propuestas no convencionales (muesli, frutos y
frutas secas…).
Mejorable, las esperas en la recepción. Cuando el nivel de
ocupación es más elevado, la recepción debería reforzarse con más personal para
agilizar los trámites.
jueves, 18 de septiembre de 2014
Pensión Arbidel
Los pocos (y locos) que seguís este blog (os quiero a todos
jajaja) sabéis que solo hablo de hoteles, pero también que a veces, hago una
excepción. Solo cuando verdaderamente lo merece. Y es el caso.
La Pensión Arbidel está en Ribadesella, un pueblín sin mucho
que ver, pero que da para un buen fin de semana.
Es un alojamiento modesto, chiquitín, nada pretencioso, sin
apenas servicios, pero que está hecho con un encanto espectacular. Aprovechando
el rinconcillo de una de las calles peatonales de la ciudad han creado un
espacio en el que las habitaciones se van repartiendo alrededor de las
escaleras y de un conjunto de pequeños patios o zonas de reposo (con sus
mesitas de madera, su césped…) decorados con mucho gusto.
Las habitaciones no son nada del otro mundo: tirando a
pequeñas, equipadas con lo más imprescindible… pero siempre, todo muy cuidado,
lo que hace sentirse en un lugar muy cálido y acogedor.
No todo son flores: es una pena que ninguna habitación tenga
vistas dignas de mención y sobre todo, es bastante molesto el ruido que origina
el trasiego constante de huéspedes.
Una última nota: anejo a la pensión hay un restaurante algo
caro, pero con una oferta muy interesante y por encima de todo, decorado con
mucho encanto. Merece la pena una cena con velas.
miércoles, 23 de julio de 2014
Novotel Marqués de Nervión
No sabría decir cuándo ni por qué, pero hace poco se produjo
un punto de inflexión en mi planteamiento de viaje: si antes me decantaba por
hoteles que ya conocía o que eran “un valor seguro”, ahora prefiero probar y
descubrir.
Desde tal enfoque, visité una vez más Sevilla por motivos de
trabajo y elegí un alojamiento en el que no tenía experiencia previa: el
Novotel Marqués de Nervión.
Sin lugar a dudas, la impresión inicial más llamativa es que
es un alojamiento insertado en un gran centro comercial y situado al pie del
campo del Sevilla FC, visible desde diferentes puntos del hotel. Una ubicación
de lo más singular.
El hotel tiene un acusado perfil turístico y solo destaca
por pequeños detalles que no son nada habituales en otras cadenas y que se
agradecen, por ejemplo, la amplísima bañera o el servicio de té con el que
cuentan las habitaciones. Aunque, uno de sus servicios más interesantes es el
solárium y la generosa piscina situada en la terraza del edificio y desde la que
se tienen unas espléndidas vistas de la ciudad y del Sánchez Pizjuán.
En cambio, acumula un conjunto de detalles que bajan el
nivel del alojamiento, por ejemplo, unas toallas bastante trilladas, la música
de los 80 que se escucha nítidamente en las zonas comunes del hotel, y sobre
todo, ese aire de “hotel para guiris” que hace impersonal su aspecto.
jueves, 3 de julio de 2014
Hotel NH Atlántico
Llevaba bastantes meses sin ir a La Coruña, una de esas
ciudades medianas-pequeñas en las que no descartaría instalarme; una de mis
favoritas sin lugar a dudas.
En este caso, la visita tenía que ver con motivos laborales
y como en anteriores ocasiones, me alojé cerca del casco antiguo. El hotel
elegido fue el NH Atlántico, un alojamiento en el que no había estado antes.
¿Qué destacaría de él? Sin lugar a dudas, su ubicación: con
buen acceso a las principales vías de salida y entrada de la ciudad y al mismo
tiempo, muy próximo a la zona antigua de La Coruña. Y por si fuera esto no
fuera suficientemente atractivo, el NH Atlántico está ubicado en una amplia
zona ajardinada y a unos pocos minutos de la playa de Orzán.
A la altura de la ubicación, también está el desayuno que
ofrece: con una diversidad que se agradece y con productos que no suelen
encontrarse en la mayor parte de los hoteles de esta categoría, y todo ello en
un espacio luminoso, amplio y confortable. Para recordar.
Pero el NH Atlántico tampoco es un alojamiento perfecto. En
particular, es un hotel que está sufriendo las importantes obras de
remodelación de su entorno, lo que hace difícil acceder en vehículo privado,
dificulta el aparcamiento, afea el conjunto y sobre todo, produce una cantidad
de ruido que hace ciertamente desagradable la estancia (aunque es cierto que en
la habitación que me correspondió apenas se apreciaban las molestias de la obra
siempre que se mantuvieran las ventanas cerradas).
Y aunque entiendo que tiene que ver con los gustos
personales, a mí el aire clasicote, rozando lo rancio, de la decoración del
hotel no me resulta atractivo. Quizá persigue ennoblecer y elevar el perfil del
alojamiento, pero a mí me produce el efecto de regreso al pasado.
jueves, 19 de junio de 2014
Hotel Catalonia Avinyo
Una de las ventajas de organizarme los viajes de trabajo por
mi cuenta es que me suele ofrecer la posibilidad de salirme de las cadenas y
hoteles más habituales.
En este caso, viajaba a Barcelona tres días por motivos de
trabajo y me apetecía estar en un hotel céntrico para aprovechar los ratos
libres para hacer turismo o pasear, y al mismo tiempo, que tuviera un nivel de confort
y servicios notable.
La elección fue el Hotel Catalonia Avinyo. Un alojamiento
sobre el que no tenía referencia alguna previa.
¿Y cuál es el balance?
Del lado positivo, es un hotel que tiene a mano buena parte
de los atractivos principales de Barcelona: el barrio Gótico, Raval, Rambla… y
al mismo tiempo, que permite un acceso sencillo al transporte público para
moverte por la ciudad.
Aunque apenas la usé, me pareció muy interesante la
propuesta de pequeña terraza con solárium, piscina y spa. A destacar las bellas
vistas sobre la ciudad. Una sorpresa muy grata.
Viendo el modo en que está bajándose el listón con el
mantenimiento y equipamiento de los gimnasios, seguramente, como consecuencia
de la crisis, me parece muy destacable el nivel del que ofrece el Avinyo:
aparatos modernos, muy bien cuidados, con una diversidad interesante. Muy bien,
la verdad.
Por último, se trata de un hotel muy cuidado: con detalles
de diseño (en las habitaciones, en el hall…), bien mantenido, limpio, luminoso.
Pero… pero también hay aspectos mejorables. Como siempre.
La ubicación del hotel también tiene su “lado oscuro”. A mí
me molestaron dos cosas en particular: que es una zona llena de turistas a
cualquier hora del día, lo que te hace sentir uno de ellos. Y por otro lado,
debido a su ubicación, es un hotel al que es difícil acceder en transporte
privado: alquilé una moto que tuve que dejar aparcada a varios minutos del
hotel, lo que representa una incomodidad.
Para los que concedemos especial importancia al comer, he de
decir que el desayuno no fue destacable: tirando a normal y un tanto escueto.
Sin nada que llamara la atención o sorprendiera.
Y por último, las habitaciones resultan un tanto espartanas,
quizá como efecto de un diseño que peca de frialdad, aunque no hasta el punto
de hacerte sentir incómodo en ellas.
¿Recomendable? Creo que sí. Una buena opción para disfrutar
de Barcelona.
domingo, 16 de febrero de 2014
Hotel Evenia Rosselló
En la segunda visita a Barcelona en menos de dos meses me apetecía salir de las cadenas habituales de hoteles y probar una en la que no tenía experiencia previa. Lo que había visto en su página web me había parecido razonable. Reconozco que no tenía nada que me pareciera especialmente interesante, pero tampoco encontré nada que convirtiera el Evenia Roselló en una opción descartable de antemano.
Empecemos por lo menos satisfactorio. En general, una clara orientación hacia el usuario que visita la ciudad con fines turísticos, lo que suele traducirse en unos servicios un tanto escuetos, en una ausencia considerable de aspectos que te lleven a pensar que estás alojado en un hotel de un estatus elevado (y eso que estamos hablando de un 4 estrellas) y sobre todo, en unas habitaciones en las que es complicado trabajar (en este caso por dos motivos: porque no había luz adecuada en la mesa de trabajo y porque había que ser un especialista en Tetris para poder sentarse o levantarse de la misma).
Sin embargo, el aspecto mejorable más importante fue la falta de mantenimiento de la habitación: la tapa del water no se mantenía en pie, la televisión no se veía probablemente por un mal ajuste de la antena, la cisterna se atascaba y no dejaba de soltar agua...
Y sin embargo, es un hotel que resulta interesante si no se tienen pretensiones: tiene un pequeño gimnasio en el que todas las máquinas están en buen estado y funcionan (algo cada vez más infrecuente, quizá por la famosa crisis), el desayuno es bastante correcto, en las habitaciones se pueden encontrar detalles que hacen pensar en un esfuerzo de diseño y de personalización, también se puede ver alguna concesión a los gustos más actuales en el hall y sobre todo, para mi fue muy gratificante disfrutar de la oportunidad de alquilar una bicicleta a un precio muy razonable (7,5€/día) para aprovechar el tiempo libre que me dejaron mis compromisos profesionales.
Empecemos por lo menos satisfactorio. En general, una clara orientación hacia el usuario que visita la ciudad con fines turísticos, lo que suele traducirse en unos servicios un tanto escuetos, en una ausencia considerable de aspectos que te lleven a pensar que estás alojado en un hotel de un estatus elevado (y eso que estamos hablando de un 4 estrellas) y sobre todo, en unas habitaciones en las que es complicado trabajar (en este caso por dos motivos: porque no había luz adecuada en la mesa de trabajo y porque había que ser un especialista en Tetris para poder sentarse o levantarse de la misma).
Sin embargo, el aspecto mejorable más importante fue la falta de mantenimiento de la habitación: la tapa del water no se mantenía en pie, la televisión no se veía probablemente por un mal ajuste de la antena, la cisterna se atascaba y no dejaba de soltar agua...
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