Una de las ventajas de organizarme los viajes de trabajo por
mi cuenta es que me suele ofrecer la posibilidad de salirme de las cadenas y
hoteles más habituales.
En este caso, viajaba a Barcelona tres días por motivos de
trabajo y me apetecía estar en un hotel céntrico para aprovechar los ratos
libres para hacer turismo o pasear, y al mismo tiempo, que tuviera un nivel de confort
y servicios notable.
La elección fue el Hotel Catalonia Avinyo. Un alojamiento
sobre el que no tenía referencia alguna previa.
¿Y cuál es el balance?
Del lado positivo, es un hotel que tiene a mano buena parte
de los atractivos principales de Barcelona: el barrio Gótico, Raval, Rambla… y
al mismo tiempo, que permite un acceso sencillo al transporte público para
moverte por la ciudad.
Aunque apenas la usé, me pareció muy interesante la
propuesta de pequeña terraza con solárium, piscina y spa. A destacar las bellas
vistas sobre la ciudad. Una sorpresa muy grata.
Viendo el modo en que está bajándose el listón con el
mantenimiento y equipamiento de los gimnasios, seguramente, como consecuencia
de la crisis, me parece muy destacable el nivel del que ofrece el Avinyo:
aparatos modernos, muy bien cuidados, con una diversidad interesante. Muy bien,
la verdad.
Por último, se trata de un hotel muy cuidado: con detalles
de diseño (en las habitaciones, en el hall…), bien mantenido, limpio, luminoso.
Pero… pero también hay aspectos mejorables. Como siempre.
La ubicación del hotel también tiene su “lado oscuro”. A mí
me molestaron dos cosas en particular: que es una zona llena de turistas a
cualquier hora del día, lo que te hace sentir uno de ellos. Y por otro lado,
debido a su ubicación, es un hotel al que es difícil acceder en transporte
privado: alquilé una moto que tuve que dejar aparcada a varios minutos del
hotel, lo que representa una incomodidad.
Para los que concedemos especial importancia al comer, he de
decir que el desayuno no fue destacable: tirando a normal y un tanto escueto.
Sin nada que llamara la atención o sorprendiera.
Y por último, las habitaciones resultan un tanto espartanas,
quizá como efecto de un diseño que peca de frialdad, aunque no hasta el punto
de hacerte sentir incómodo en ellas.
¿Recomendable? Creo que sí. Una buena opción para disfrutar
de Barcelona.