Llevaba bastantes meses sin ir a La Coruña, una de esas
ciudades medianas-pequeñas en las que no descartaría instalarme; una de mis
favoritas sin lugar a dudas.
En este caso, la visita tenía que ver con motivos laborales
y como en anteriores ocasiones, me alojé cerca del casco antiguo. El hotel
elegido fue el NH Atlántico, un alojamiento en el que no había estado antes.
¿Qué destacaría de él? Sin lugar a dudas, su ubicación: con
buen acceso a las principales vías de salida y entrada de la ciudad y al mismo
tiempo, muy próximo a la zona antigua de La Coruña. Y por si fuera esto no
fuera suficientemente atractivo, el NH Atlántico está ubicado en una amplia
zona ajardinada y a unos pocos minutos de la playa de Orzán.
A la altura de la ubicación, también está el desayuno que
ofrece: con una diversidad que se agradece y con productos que no suelen
encontrarse en la mayor parte de los hoteles de esta categoría, y todo ello en
un espacio luminoso, amplio y confortable. Para recordar.
Pero el NH Atlántico tampoco es un alojamiento perfecto. En
particular, es un hotel que está sufriendo las importantes obras de
remodelación de su entorno, lo que hace difícil acceder en vehículo privado,
dificulta el aparcamiento, afea el conjunto y sobre todo, produce una cantidad
de ruido que hace ciertamente desagradable la estancia (aunque es cierto que en
la habitación que me correspondió apenas se apreciaban las molestias de la obra
siempre que se mantuvieran las ventanas cerradas).
Y aunque entiendo que tiene que ver con los gustos
personales, a mí el aire clasicote, rozando lo rancio, de la decoración del
hotel no me resulta atractivo. Quizá persigue ennoblecer y elevar el perfil del
alojamiento, pero a mí me produce el efecto de regreso al pasado.
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